Un Lucero que nunca iluminó
Sigue siendo noticia que los represores confesos no son penados como
torturadores, que el Poder Judicial, y en este caso, la jueza 1° instancia en
lo Penal de 16° turno Julia Staricco, utilice artilugios legales para no llamar
a alguien por sus actos, para no decirle torturador. Sigue siendo Noticia que “los
Viejitos” están enfermos y por eso deben ir a pasar sus últimos días a sus
cálidos hogares y no a la cárcel como cualquier preso, no obstante que la mayoría
de esos otros presos no son torturadores ni cómplices de un plan sistemático de
muertes, desapariciones ni torturas. Las cárceles rebasan de delitos contra “la
propiedad”.
El pasado 13 de abril fue noticia que se condenó al ex militar y
represor Asencio Lucero por “reiterados delitos de privación de la libertad
especialmente agravados en reiteración real y entre sí”, y no por torturas, así
requerido por el fiscal, debido a que según Staricco “al momento que se dieron
los hechos imputados, el delito que estaba vigente era el previsto en el
referido artículo [el de privación de libertad] y no el delito de Torturas, que
fue establecido como delito recién con la aprobación de la ley 18.026”.
Sin embargo, la justicia ciega, se olvida que las torturas son
delitos reiterados en el tiempo, que por declaraciones y testimonios duraron 11
años -1972/1983-, pero que en la vida de las y los detenidos que padecieron las
peores vejaciones, siguen hasta la actualidad. Siguen perpetrándose en cada
declaración que Lucero da a la prensa o a la justicia admitiendo libremente y
con total impunidad que las torturas: “pasaban
desde los famosos ‘plantones’, ‘submarinos secos’ o ‘con agua’, torturas
sicológicas, impedirles dormir, prohibirles las visitas, el uso de la picana,
entre otros; incluso hasta la desnudez en el caso de las mujeres, porque ellas
eran más ‘sensibles’, cosa que quizás a los hombres los afectaba de menor
manera. Por tanto, sabiendo de la sensibilidad de las mujeres, utilizaban su
cuerpo, en este caso dejarlas al desnudo, para obtener información”.
A lo antedicho hay que agregar que no ha
sido penado en Uruguay ningún represor por las violencias sexuales, físicas y
psicológicas contra las mujeres detenidas, por el hecho de ser y definirse como
mujeres, luchadoras, politizadas y conscientes. En general, estos abusos no han
sido tenidos en cuenta a la hora de condenar genocidas. La justicia dice que los
delitos sexuales son delitos “difíciles de probar”, no importan los testimonios
de las compañeras que cuentan que estuvieron horas de plantón desnudas, no
importa que dijeran que fueron manoseadas o violadas, en todo caso será
privación de la libertad, o con suerte será delito de torturas como el resto de
las torturas, aunque sabemos muy bien que no es lo mismo.
Y como si fuera poco, el Regimiento de Caballería Nº 9, donde Lucero fue
Capitán a partir de 1972 y por cerca de
ocho años se desempeñó como encargado de Inteligencia, y le sirvió de centro de
detenciones y torturas, lugar donde se han denunciado enterramientos de
cuerpos, lugar que debería ser
preservado y destinado para investigación y memoria, se convirtió en una
dependencia del SIRPA, hoy pasando a formar parte de una dependencia del MIDES.
El estado haciendo oídos sordos una vez más.
Alguien que confiesa torturas no es torturador. El poder judicial
como cómplice, el estado que dice estar haciendo “todo lo posible” nos deja con
sabor a poco. Esa indignación que crece día a día al ver como militares que
mataron, desaparecieron, torturaron siguen en sus casas, como cualquier otra
persona, como si nada hubiera pasado, como si la historia no hablara.
Las esperanzas en estos sistemas amnésicos, degradantes, denigrantes
nos reafirman la necesidad de salir a las calles, de seguir haciendo justicia
con escraches, gritando, rompiendo el silencio que mantienen y garantizan las
autoridades y la justicia.
No queremos más cuentos posibilistas, queremos justicia. Queremos
que los que saben cómo se tejen los hilos del entramado de la impunidad sean
descubiertos y podamos reconstruir cómo fue que los mecanismos represivos y de
inteligencia llevaron a cabo sus planes macabros. Queremos que se diga cómo se llevó
adelante el plan Cóndor y cómo sigue operando Estados Unidos en nuestra América,
no es casualidad el Tour de Obama por estos sures. El control con el guardián,
las cámaras de seguridad, los miles efectivos de la “nueva” policía, la
supuesta guerra contra el narcotráfico, siguen siendo una farsa para seguir colonizándonos,
controlándonos y llenándonos de miedos.
Porque un pueblo sin memoria y con miedo es un pueblo oprimido,
porque los opresores siguen impunes.
Por todo eso seguiremos luchando.
No olvidamos, no nos reconciliamos, no perdonamos.
Si no hay justicia habrá escrache.
Plenaria Memoria y Justicia.
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