6 de noviembre de 2020

Profundizar: Entrevista a Susana Escudero



En el marco de la tarea de rescatar la memoria, compartimos esta entrevista a Susana Escudero “La Negra”, para conocer un poco más quién era Santiago Rodríguez Muela y el cómo y quiénes fueron los responsables de su asesinato. 

SANTIAGO  RODRÍGUEZ  MUELA, VÍCTIMA DE LAS BANDAS FASCISTAS. 

SEMBLANZAS  DE  UNA  VIDA  MILITANTE  



Eso de durar y transcurrir, no nos da derecho a presumir.
Porque no es lo mismo que vivir… honrar la vida.
Eladia Blázquez




-Siempre existe algo particular que define el ingreso de una persona al mundo de la militancia. Puede ser la primera vez que participaste en una marcha, que pintaste un cartel en el liceo… o en el barrio, o tal vez la primera asamblea. 

En tu caso, ¿cómo fueron esos primeros pasos?

-No empecé pintando carteles. Creo que fue una marcha…

¿Una marcha de estudiantes?

-Sí. Es curioso  e interesante encontrar ese ‘mojón’ que marca un inicio… Yo ya lo llevaba como incluido, porque siempre me gustaba conversar con los viejos. Charlaba mucho con el abuelo, que tiempo después nos dio la casa para poder vivir con Santiago.

Él había sido un preso de Franco; era anarquista. Siempre me hablaba de la Guerra Civil y yo escuchaba. 

También había otro viejo gallego, muy culto, que tenía un diario. Era republicano. Ellos hablaban y hablaban y a mí… me iba quedando.

Recuerdo que me gustaba mucho leer los muros, las consignas que se pintaban en ellos. Yo tenía doce o trece años. Veía las pintadas del Partido Comunista (PC), las del PDC (Partido Demócrata Cristiano)… 

Hubo algo que empezó a llamarme la atención de esas pintadas: la palabra ‘oligarquía’. Yo me preguntaba “¡Pah! ¿Qué será eso?” Y como siempre, a buscar en el diccionario… o sea, sentía el impulso de autoformarme, de encarar por mi propia cuenta, sin tener a alguien que me orientara.

Después empecé militar, más que nada, por los profes… Tenía un profesor de Matemáticas que era bien de izquierda y ¡al Hugo Cores!... que nos hablaba y hablaba.

También estuvieron esas otras vueltas como la del delegado estudiantil, las asambleas… Empecé así, yendo a las asambleas, a escuchar qué se decía.


-¿Y esa militancia la empezaste en el Liceo Dámaso?

-Sí. Al principio yo no sabía mucho de nada. Después comencé a ver algunas diferencias y a entender que unos eran del FER (Frente Estudiantil Revolucionario) y otros del PC. También estaban los de la ROE (Resistencia Obrero Estudiantil).

-¿Y te acordás de tus primeras marchas? ¿Qué los convocaba a salir a la calle en esos años?

-Creo que mis primeras marchas fueron de apoyo a los conflictos… Siempre se hablaba de que los estudiantes debíamos apoyar al movimiento obrero. Entonces cuando había algún conflicto, se armaban delegaciones que se acercaban a los sindicatos y a las fábricas ocupadas para dar apoyo.

También estaba el tema del boleto estudiantil. 

-Y a Santiago, ¿lo conociste en el liceo o en el barrio?

-Lo conocí en el barrio. Él era uno de los más lindos y de los más grandes. A mí no me daba pelota. Yo era la ‘Negrita’… Después, en el liceo, sí me dio bola.

En el barrio había toda una barra y andábamos por ahí, con el fútbol. No era un barrio de militancia. 

Estaban los mellizos Dean… y el Club Oriental que era de baby fútbol, al que yo también iba y apoyaba. Recuerdo que estaba el Carlitos Muñoz… Yo quería que incorporaran a mi hermano (que era re pata dura) al plantel, y por eso iba y me metía.

A Santiago lo conocí mejor en el liceo, hablando en las asambleas. Era muy hablador… Ya se había ido del PC (su formación era ‘pura y dura’) y se había integrado al MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionario). Pero nosotros no lo sabíamos. En realidad ni sabíamos qué era el MIR.

En el Dámaso había dos agrupaciones maoístas y las dos estaban enfrentadas para ganarse la legitimación del MIR. Después nos hicimos todos amigos, pero entonces había mucha competencia, al igual que con otros grupos de  izquierda. 

Nosotros empezamos a ver que había que juntarse, formar agrupaciones… y así surgió la Agrupación Emiliano Zapata.  Ahí estaba el FER y  el ‘Negro’ que recién había salido de estar preso.

-O sea que en esa época ya había gente presa.

Sí, claro. Recuerdo que en el liceo estaban todos los grupos… el FARO (Fuerzas Armadas Revolucionarias Orientales), la FAU (Federación Anarquista Uruguaya) y su grupo armado el OPR 33 (Organización Popular Revolucionaria - 33 Orientales) Y no teníamos inconveniente con eso. 

Del Partido Socialista no me acuerdo… Del FER 68 me acuerdo bien porque nos juntábamos y nos peleábamos. Yo qué sé… Igual nos gustaba, porque cuando pegaban los correos tupamaros en los árboles… ¡Pah! eso era algo muy movilizante. Alguien gritaba “¡Hay un correo!” y allá íbamos todos a leerlo. 

También te pedían ayudar, o sea, colaborar. Esos eran los OPR o los MLN. Venían y te daban un ‘paquete’… un paquetito envuelto en papel de forro azul, y te pedían que lo guardaras. (Risas). 

¡Yo qué sé! Vos te imaginabas que el paquete tenía armas… o dinamita, pero se guardaba y no lo tocabas hasta que te lo pidieran.

-En ese entonces, ¿tus padres militaban o estaban ajenos a ese mundo? 

-En mi casa eran frenteamplistas, del Partido Socialista… En el garaje había un comité del Frente.

-¿Y cómo era ese vínculo entre la generación de ustedes y la de sus viejos?

Había un quiebre. Yo tenía que volver a casa antes de las diez de la noche. No podía salir… Por eso me fui.

Hacías como que volvías de un baile pero en realidad venías de una asamblea. Y te escondías porque había que llegar antes de las 10 de la noche.

Si tenías un novio, había días fijos para la visita: los martes y los jueves…  “Y si no viene los jueves es porque tiene novia”. 

Todo era muy rígido pero no tenía nada que ver con la ideología.

Yo dejaba los zapatos en la puerta y me escapaba. Salía descalza y escapaba para ir a una asamblea. ¡No era para ir a un baile! 

Bueno, a los 16 años me fui de casa y alquilamos, con cinco chiquilinas, un apartamento por la calle Las Heras, cerca del Clínicas. Era un sucucho y nosotras, ¡cinco!

Las familias en ese entonces eran muy rígidas. Por eso me casé… por eso nos casamos con Santiago, porque en esa época el ‘juntarse’ es decir, el irse a vivir en pareja, no existía. 

Cuando apareció el asunto de la ‘pastilla’, empezamos a tener libertad sexual. Para las chiquilinas fue como un quiebre. Antes de eso no podías tener sexo porque corrías el riesgo de embarazarte y si eso pasaba, era terrible.  Estaba muy mal visto. 

La pastilla le brindó una apertura a las mujeres, sobre todo porque a los tipos ni se les ocurría cuidarse… 

Había un dicho muy gracioso, de cuando íbamos a los plenarios en alguna casa de balneario. Los compañeros decían “Chiquilinas, lleven bombachita de lata que nosotros llevamos los abrelatas.” (Risas). ¡Era una picardía!

-¿Había entonces paralelamente a lo político, un proceso de liberación de las costumbres más conservadoras?

-Claro. Justamente el querer vivir solas implicaba un salto muy, muy grande. 

En lo económico, en ese momento, la situación era buena. Yo, por ejemplo, trabajaba en una peluquería y con las propinas vivía; comía, iba al cine… ¡Me quedaba el sueldo entero para usar!

-¿Y cómo uno se iba definiendo, en ese enjambre de agrupaciones y asambleas, hacia una u otra corriente?

-Porque se te acercaban, te conversaban, te invitaban… Por eso mi origen fue medio libertario. La gente con la que más afinidad tenía era la de la ROE. Iba al sindicato de FUNSA, a los plenarios de la Resistencia y te formabas escuchando hablar a aquellos ‘monstruos’… ¡Era impresionante!

Me acuerdo de un conflicto en Funsa… Nos llevaron a recorrer la fábrica y nos mostraron los tanques de nafta, prontos para volarla, si era necesario… No le hacían asco a la violencia y vos te formabas en esa línea.

-¿Cómo era la represión en esa época?

-Reprimían fuerte, a caballo y con sable. A Santiago le habían pegado un sablazo en la cabeza que le produjo epilepsia. Él tenía unos años más que yo, o sea que eso había ocurrido en el 68 o 69.

Hay una movilización de la que no me olvido. Era el conflicto de la General Electric que cerraba y dejaba a un montón de gente en la calle.

Nosotros íbamos por 18 de Julio y en los bazares donde había algo de General Electric, lo tirábamos pa fuera y lo prendíamos fuego.

¡Mirá si ahora te vas a meter con la propiedad privada! ¿Sabés qué? ¡Te dan veinte años de cárcel!  

En ese entonces todo era así… muy consciente. La lucha de clases estaba muy arraigada. 

Recuerdo la lucha de consignas en las movilizaciones. Ellos gritaban “Obreros y estudiantes, unidos y adelante” Y nosotros, con fuerza, “Arriba los que luchan”. Y por esa confrontación, nomás, en las propias marchas se armaban unos líos, unas bataolas…

-¿Cómo fue el acercamiento de los estudiantes a la realidad de los obreros?... Porque muchos de ellos no tenían una pertenencia familiar con la clase obrera.

Había algo así como un mandato: “Ustedes tienen que ir a trabajar a la clase obrera”. Entonces fue una avalancha de jóvenes que fueron a trabajar como obreros… Y yo, que era peluquera de familia (porque mis tías eran peluqueras), me conseguí trabajo en la fábrica de galletitas Anselmi. 

-¿Y cómo se vivía la llegada a un lugar al que no pertenecías o con el que no tenías un contacto directo?

-En los sindicatos era muy difícil para los jóvenes, no como en un gremio estudiantil. Era algo muy cerrado. No nos  costaba la integración. Además era gente grande y formada… ¡muy formada! Más que aportar, allí uno se formaba.

Otra cosa que resultó un boom importantísimo fue la Ley de Educación de Sanguinetti. A los que estábamos trabajando nos decían “Ustedes tienen que hacer que se sepa qué es esa Ley”.

No era como ahora que uno trata que los muchachos reflexionen, que sean autónomos. En ese entonces era pensamiento único: “Vos tenés que ir ahí y encarar” Y nosotros lo hacíamos como podíamos... Pero de última lo hacíamos. 

En esa época también había mucha ‘performatividad’. Los tupas se mandaban unas acciones que impactaban mucho en nosotros, como cuando tomaron la radio y transmitían con un megáfono afuera de una fábrica que ni recuerdo o cuando se escaparon los presos de Punta Carretas y a nosotros nos habían mandado hacer ‘la del tero’. Nos habíamos concentrado todos en el Sindicato de FUNSA y teníamos que agitar una movida para que nos viniesen a reprimir. Mientras tanto los tupas se estaban escapando del Penal.

Ya éramos conscientes de que la represión era muy dura y mataba gente. Nosotros ya sabíamos cómo venía la mano… Las represiones eran feroces; te mataban a palo.

-Escuchándote me da la impresión de que era un tiempo ocupado en miles de vueltas, a toda hora… o sea, un tiempo muy lleno de actividades, todas muy diferentes… ¿Cómo te recordás en esa intensidad?

-El país era eso, en ese momento. Yo ya iba al Nocturno y trabajaba de día en una peluquería como cortadora de pelo, en la calle San José y Río Negro. Se ve que era buena cortando porque venían muchas famosas para que yo les cortara el pelo… Cristina Morán y un montón de estrellas de ese momento. 

(Risas). En ese entonces, para la militancia, usábamos zapatos Incalflex, porque eran bajos, de goma y te duraban como diez años. Eran los zapatos de FUNSA. Ya nos habían enseñado a usarlos desde la escuela...  Y además, con ellos podíamos correr. 

Entonces yo iba a trabajar con esos zapatos hasta que el viejo Nelo me mandó hacer unos de taco y cuero, a la medida, para que estuviera en la peluquería. Y no me quedó otra que usarlos…

Recuerdo también que un día fuimos con Santiago y unos compañeros a un lugar donde compramos botas militares, sacos verdes y qué sé yo… porque éramos medio fanáticos en eso de andar vestidos a lo militar. ¿Por qué? Porque los primeros de mayo, si había algún conflicto, íbamos y le tirábamos alquitrán a la fábrica o a la casa del dueño. Además de la marcha central, era moneda corriente para muchas agrupaciones estudiantiles salir con bombas de alquitrán o pintar “Carnero” en algún muro o fachada…

Todo eso se perdió.

-¿Y qué pasaba con las estructuras formales como la CNT y los partidos políticos como el Frente Amplio? ¿Cómo reaccionaban frente a esas prácticas? 

-No lo veían mal. No había una crítica feroz… lo único que sí ocurría, en las marchas, era la lucha por las consignas. Y se mataban a palos… ¡también en las asambleas! Pero se armaba sólo ahí.

El pintar ‘Carnero’ en la casa de alguien era una práctica que también compartían los partidos. Ellos también lo hacían. 

Era otra época que se perdió, se fue. El Frente Amplio no era el de ahora… En él más bien tallaban los partidos; había más grupos que priorizaban la acción directa, más que la vía institucional. Incluso los que defendían la vía institucional, también hacían ‘cosas’. Pero no lo cuentan, así como ahora los tupas no quieren decir nada de la lucha armada y quieren borrar el pasado. 

-Y en ese marco vos te casaste con Santiago…

-Sí, y nos fuimos a vivir a la casa del abuelo Manuel, allá en la Gruta del Lourdes. Él se compró esa casa porque era campesino y allí podía plantar en el fondo. Y bueno… nos casamos. 

En ese entonces Santiago, el Bimbo, Michel y la barra… ya eran una agrupación del MIR,  o sea, venía un compañero del MIR y se reunía con ellos. 

-¿Qué recordás del barrio? 

-Todo. Me acuerdo del almacén. Les llamaba la atención que Santiago no tomara alcohol. Como sufría de epilepsia, en el boliche siempre pedía una malta… pero era tan simpático que todos lo querían y lo invitaban a jugar al truco y al fútbol los fines de semana. 

Enseguida nos integramos; él, más que yo.

Como nadie conocía esa casa, se hacían reuniones. Supongo que los compañeros de la dirección la prestaban o se reunía El Coordinador… yo qué sé. Sé que iban tupas... ¡Iba todo el mundo! 

A nosotros nos avisaban y dejábamos la casa para que se hicieran las reuniones. Supongo que a los vecinos les llamaba un poco la atención pero nunca dijeron nada.

Lo más lindo que nos pasó fue que el ‘Pelado’ Mazzuchi había ido a China y trajo semillas. Nosotros al abuelo no se las íbamos a dar, porque era anarquista y nos relajaba. ¡Y a mí más! Me decía que Stalin les había prometido salvar la Guerra Civil y que era un mentiroso. Eso, lo más suavecito que te decía. 

¡Era un divino! Bueno…  las semillas se las regalamos a los vecinos y resulta que les empezaron a crecer unos zapallos enormes. Entonces, en agradecimiento, en el portón de casa, nos dejaban huevos… una gallina… 

Nos querían en pila. 

También nos avisaban cuando había tiroteos entre bandas, en el barrio. Llegaba una hora en que el ómnibus (el 158) no pasaba porque lo asaltaban… Igual que ahora, lo que pasa es que la gente se olvida. Los vecinos nos decían “No salgan hoy que va a haber tiroteo”.

Si una asamblea se alargaba te tenías que bajar allá lejos y patear un montón de cuadras. Tuve varios incidentes por ese motivo. Recuerdo que una vez veníamos caminando por Teniente Rinaldi (que era una boca de lobo) y nos quisieron robar y atacarme a mí. Santiago los enfrentó; se peleó como un loco. Yo salí corriendo para casa… Después llegó él todo maltrecho.

Otra vuelta venía yo de madrugada. Me había quedado sin ómnibus y estaba sola. Entonces pensé “Me voy a hacer pasar por un tipo” Además yo siempre andaba de boina y sobretodo. Venía caminando un hombre y yo me puse a chiflar. El tipo pasó por al lado mío y me dijo “No te aflijas hermano que yo estoy más cagado que vos”.

Era un barrio muy lindo, de gente muy solidaria. Les llamaba mucho la atención cómo dejábamos todo abierto. Nos decían “Hoy vino una gente de lo más rara a la casa de ustedes”. Y nosotros les decíamos “¿Ah sí?” (Risas). 

Era la casa de Las Carretas. La teníamos preciosa. Dejábamos la llave arriba del aljibe…

-Vos trabajabas en la peluquería. ¿Y Santiago?

-Santiago trabajaba en la ANCAP, en una oficina que llevaba las boletas para control y archivo. Militaba en el sindicato y en una agrupación de Tendencia, en la  ROE. 

En ese entonces, del MLN no había mucha gente en lo sindical, porque ya estaban en plena lucha armada. Si formaban una agrupación, la vaciaban porque llevaban a su militancia para el aparato. No le daban pelota a lo sindical. 

Santiago militaba fuerte. Yo lo acompañaba a las reuniones de la Tendencia. ¡Esa sí era combativa! Muchos compañeros viejos todavía se acuerdan de él con cariño. Era rebueno… un tipo muy charlatán. Hablaba mucho en las asambleas. Tenía una convicción sobre la revolución y el cambio que era contagiosa. 

También militaba a nivel estudiantil. 

Nos íbamos con sus compañeros a las Sierras de Minas a esconder libros y a practicar maniobras. Para él eso era lo fundamental… nosotros sentíamos que estaba cerca el triunfo de la revolución. 

-A mí me impresiona la presencia de lo colectivo en la vida de ustedes, no sólo en la militancia sino en la cotidiana… es decir, ustedes vivían ‘en barra’, ¿no es así? No tenían una vida privada como se entiende ahora, sino que era algo muy comunitario.

-Si nos quedábamos en la casa de uno y de otro… andábamos juntos para todos lados, como una comunidad. Así lo vivían todos los jóvenes que se acercaban a esa búsqueda de la revolución. El ‘hombre nuevo’ del Che, era lo máximo. 

Otra influencia que teníamos era la de Vietnam, del pueblo, los jóvenes y los niños vietnamitas… y la guerra de guerrillas. Nosotros queríamos eso, queríamos practicar para eso y lo que hacíamos era como una copia de lo que en Vietnam hacían contra los yanquis.

-¿Y cómo pensaban el día después de la victoria armada?

-Y... yo sentía que tenía varios problemas: era mujer y era negra.  

Yo creía que con el triunfo de la revolución se iban a terminar los problemas por ser negro o puto. 

Recuerdo a un compañero que sufría mucho porque era homosexual e iba al psicólogo para que lo ayudara a que le gustaran las mujeres.

Pero el esquema era hacer primero la revolución; después veríamos cómo encarar los otros problemas.

-¿Cómo manejaban el tema del miedo?

-Éramos unos inconscientes. Santiago era un inconsciente... un tipo que creía en lo que hacía. Te daba tranquilidad. En la tortura, a mí me ayudó pensar en Santiago, en cómo enfrentaba a los milicos en las manifestaciones, en cómo quería el triunfo de la revolución.

Reprimían duro. Recuerdo que una vez los milicos fueron a casa y nos detuvieron. Nos cagaron a palos. Creo que era Castigloni. Después nos soltaron. 

Santiago fue el que puso la bandera de Cuba en el mástil del liceo. ¡Pah! Se armó tremendo lío, que hasta salió en los diarios.

Habían venido a desalojar el liceo porque nosotros estábamos ocupando Y Santiago, por megáfono, le pidió a los vecinos que, si eran solidarios con nosotros y con la Revolución cubana, colgaran banderas blancas de las ventanas. Y empezaron a salir sábanas de todos lados... del Bar La Toja, de las casas. 

Se llenó de banderas blancas… Esa movida en el Dámaso fue histórica.

¡Esas cosas de Santiago… siempre inventando algo para movilizar!

Santiago siempre hablaba en las asambleas. Eso hizo que lo marcaran. 

Recuerdo cuando mataron a Hernán Pucurull, que era el bibliotecario del liceo. Nosotros hicimos tremenda movida por el compañero asesinado. 

No le dábamos tregua a nada… ¡a nada! Entonces la situación era ingobernable para ellos. Tanto es así que cerraron el turno nocturno y nos mandaron para el Liceo N° 8. Nos dividieron... Y ahí en el Liceo 8 lo mataron.

-Cuándo me contás todo esto, ¿sentís que hay una memoria que se perdió?

-Se perdió la memoria de la lucha. En el 71 surge el Frente Amplio  y, para mí, ahí comienza a darse una movida electoral y se empieza a perder esa lucha.

También mucha gente empieza a caer en cana… ¡mucha gente!  

No es sólo que se perdió la utopía… Para muchos (y no es una evaluación política sino desde lo sensible) era más fácil pensar que no había peligro de muerte, porque estaban las elecciones y podías meter un voto en una urna.

Cuando surge el FA comienza a darse el corte con respecto a la acción directa y la vía electoral. 

-¿Hubo un esfuerzo de paz, de intentar calmar ‘las aguas’?

-Una gran decepción fue la última marcha de los cañeros que terminó haciéndole propaganda al Frente Amplio.

Nosotros a UTAA la apoyábamos siempre, en todas las marchas. Había toda una movida sindical y estudiantil de apoyo. 

Y de pronto que una marcha cañera viniera a hacer propaganda electoral, se te caía la estructura mental que vos tenías en relación a esos trabajadores de la caña que estaban peleando por la tenencia de la tierra, por querer funcionar en cooperativa… Todo eso te decepcionaba mucho…  Pero igual, el programa del FA tenía esas propuestas, levantaba esas consignas. Y vos decías, “Pero, y esto de la reforma agraria, de la nacionalización de la banca, ¿quién se los va a dar?” 

Yo pienso que el programa era engañador, como para ‘enganchar’ gente. 

Esas cosas dolían.

Las estructuras comenzaron a rigidizarse… “No hagan olas porque tenemos que juntar votos”.

Empiezan a darse otros debates en la sociedad, muchos debates: Frente Amplio, sí o no; voto en blanco, sí o no…. debates que, para mí, fueron una pérdida de tiempo y un quiebre en relación al proceso en que veníamos.

Igualmente el auge de la movilización estudiantil siguió siendo grande. Se peleó bastante contra la reforma educativa de Sanguinetti. 

Ahí empiezan a surgir las andadas de la JUP. Empezaron a aparecer en algunas esquinas. Yo recuerdo que en Ocho de octubre y Garibaldi siempre aparecían los de Tradición, patria y familia, con sus uniformes… Y trataban de mostrarse cerca de los ámbitos estudiantiles. 

Así empezaron a cagar a palos a las chiquilinas en la puerta de los liceos, a querer marcarlas con esvásticas… a hacer maldades de todo tipo. 

Es ahí cuando nosotros comenzamos a tener enfrentamientos directos con ellos; de la misma forma en que enfrentábamos a los botones, empezamos a enfrentarnos con la JUP.

Íbamos al Bauzá donde estaba EL Manco Ulises y todos los ‘jupos’. 

Un día hicimos una marcha y fuimos a gritarles a la puerta del liceo. Ellos salieron y se armó una trifulca grande. Se enfrentaron los varones. 

Ahí a Santiago lo metieron preso. En la cana se juntó con los cañeros… también había unos mexicanos revolucionarios que habían venido a apoyar. Yo iba a visitarlo y a llevarle comida… y cartas para él y los compañeros. 

 Allí escribió las cartas a su madre que son divinas, porque te mostraban bien lo que él era y el compromiso que tenía con la revolución. 

Cuando lo liberaron fue para casa y yo comencé a decirle que descansara un poco de la cana, que no anduviera de noche… que yo iba en su lugar. Y como yo me iba a trabajar durante el día, le dejaba cartitas, diciéndole “No vayas a trabajar hoy…” etc. etc. Pero no me hacía caso. 

Ese día que lo mataron yo le había dejado una carta diciéndole que no fuera… 

¡Ay… qué horror! (Silencio).

Y bueno… fue igual. 

Los fachos ya nos tenían rejunados porque llamaban por teléfono a la casa de mi vieja y le decían “A tu hija y al marido los vamos a matar”.

-¿Había una estructura atrás de esas acciones fachas?

-Sí, había una estructura. Era el fascismo organizado, eran los Escuadrones de la muerte que respaldaban a estos pendejos jupistas.

Nos tenían junados, más a Santiago porque era un agitador de masas, porque era un tipo que hablaba en la calle, en el sindicato…

Y lo mataron.

Recuerdo que nos acorralaron… yo estaba ahí… Cuando empezamos a oír golpes comenzamos a tirar las sillas para la puerta de entrada. Nos venían cagando a tiros. Nosotros fuimos reculamos y nos metimos en ese salón de clase… Y allí no vimos que ya estaba herido. No sé ni por dónde entró… Pero fue de atrás que le pegaron un balazo.

Al principio yo no acredité que estaba baleado; creí que se había caído por el problema de epilepsia que tenía (porque a veces se caía, por esas convulsiones que le venían), hasta que vino un compañero al que le decíamos Júpiter y lo levantó. “Está herido”, dijo. Me mostró que tenía sangre de Santiago en sus manos y se lo llevó… Pero yo no creía.

-Y después de eso… la impunidad.

-Después de eso lo velaron en el Liceo Nº 8. Pidieron para llevarlo a la Facultad de Derecho y ahí los compañeros de la CNT quisieron aguantar hasta el 14 de agosto (lo habían matado un 11 de agosto) para hacer la marcha y enterrarlo con un paro general. Fue un paro en el que participó todo el mundo y, una marcha multitudinaria… 

La gente estaba muy indignada porque además Santiago era un chico muy querido… de familia, del barrio, del fútbol, de todo lo que hacía… 

-Hoy la JUP está impune y además ahora está el Partido Militar de Manini. ¿Cómo visualizás el surgimiento de este partido? ¿Y cómo analizás que Mujica, uno de los referentes de izquierda, en el parlamento le haya pedido a Manini que ‘arrime verdades’?

-Son dos cuestiones diferentes. Por un lado está el Ñato Huidobro, socio de todas esas lacras y, junto a él, Mujica asociado a toda esta situación. Yo lo veo como una cuestión de liderazgos entre ellos, de ese modelo de pensamiento único… porque yo a la gente del MPP no la meto, toda, en esa bolsa… porque hay gente que no es eso. 

Ellos habilitaron a Manini y ¡andá a saber qué negociaciones tuvieron!… más que nada el Ñato. Las cosas que dijeron los propios botones cuando lo velaron te hacen pensar en que hay algo…  un ‘matrimonio’ muy unido entre ellos. 

Y yo lo veo como antes… cómo las clases dominantes cuando se les escapa la democracia burguesa de las manos, los propios oligarcas o los propios empresarios se postulan al parlamento para defender sus intereses económicos e ideológicos. Esto es igual; para mí el Partido Militar busca legitimarse dentro de la democracia burguesa y contar con esa ‘herramienta’ de la representación parlamentaria para lavar todos los asesinatos, las torturas, las violaciones, las desapariciones… toda la impunidad, todas las atrocidades que los milicos han hecho… y a la vez hacer de administradores en esa democracia burguesa, habilitados por Huidobro y Mujica… 

Y Manini se ve como un posible presidente.

Para mí esto tiene que ver con el avance del fascismo en el mundo, que ha asumido diferentes características. La ocupación militar y las guerras ya no les sirven. Este es otro modelo y otra época… un modelo más económico. Si bien invierten en armas y van a la guerra en otros contextos, no es casualidad que en estos tiempos las formas de dominación en Argentina, en Chile y en Brasil se parecen mucho.

Cada vez que escucho hablar a algún miembro del Partido Militar me hace acordar a lo que decía Primo de Rivera en España (un facho)… y al fascismo italiano. 

Son retrógrados y tienen ahora la posibilidad de decir todo lo que dicen, porque estamos en minoría.

-¿Y cómo se combate al fascismo?

-Haciendo la revolución.






Entrevista: Juan L. para revista Profundizar
Profundizar es la revista editada por Plenaria Memoria y Justicia, actualmente publicamos notas en formato digital.


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22 de octubre de 2020

Mapa de la Impunidad: La JUP

 ¡Qué  tanto  Gre-gre  pa  querer  decir  Gregorio!





Estaban y están… organizándose.

Personas atacadas en plena calle al grito de ¡Comunista!, incendiadas o golpeadas con bates de béisbol por individuos que viajan en autos de ‘alta gama’… Atentados a locales y militantes sindicales y políticos… Placas de la memoria vandalizadas…

Y más recientemente, cartelería de la JUP en algunos centros liceales.

¿Cuánto más debemos esperar para reconocer que no se trata de hechos azarosos o aislados?


¿Quiénes son?

Algunos análisis los definen como neonazis; otros como neofascistas.

Más allá de dichos aportes, la jerga popular los escracha sin confusiones ni eufemismos: ¡son fachos!

 

¿Quiénes fueron?

 

La Juventud Uruguaya de Pie, organización de extrema derecha nacida en Salto, ha sido un instrumento muy activo de la violencia política del fascismo. Surgió en octubre de 1970 como un movimiento social que logró aglutinar a un sector conservador de la población, tras las banderas del anticomunismo y cierta forma de patriotismo, en contra del avance y el fortalecimiento del movimiento popular. 

En su seno convergieron agrupaciones juveniles de todo el país autodefinidas como ‘demócratas’, que tenían como objetivo enfrentar al estudiantado movilizado en torno a metas revolucionarias y diversos proyectos de justicia social.

Su accionar tuvo un hondo impacto público hasta su autodisolución formal en 1974.

Esta organización se manifestó a través de acciones violentas, propaganda escrita y radial, ataques a centros estudiantiles y actos públicos en todo el país. Su discurso predicaba el patriotismo nacionalista y ruralista, de la mano de un anticomunismo militante y catolicista que defendía el militarismo y el status quo de la injusticia capitalista dominante (en síntesis, las ideas más conservadoras y fundantes de los partidos Blanco y Colorado).

En el ámbito juvenil protagonizaron la voz de la contrarrevolución que se instaló en toda América Latina.

Si bien actuaron especialmente en ámbitos estudiantiles, su convocatoria trascendió dicho espacio generacional. 

En 1972, este grupo propagandeaba su proyecto de ‘revolución nacional’, de neta resonancia falangista. Apostando por la vía del golpe militar, hacían loas de la dictadura brasileña, instalada desde 1964.

Desde ese discurso, ejercieron violencia política contra centros estudiantiles en lucha y contra el domicilio de diversos militantes, cuyas viviendas eran ‘señaladas’ y atentadas.


La JUP planificó y cometió varios asesinatos, reivindicando las prácticas del terrorismo de Estado.

El diario La Mañana, medio de difusión de la derecha más rancia, obró como caja de resonancia de sus planteos, en los que reclamaban el intervencionismo en la Enseñanza y la restauración de la autoridad y del año lectivo en los centros de estudio, a cualquier costo.

Así lo evidencia  el siguiente fragmento de su página editorial del 7 de octubre de 1971:

Desde un tiempo a esta parte los voceros del comunismo pretenden confundir a la ciudadanía desprevenida del país con una andanada de ataques contra el movimiento de la Juventud Uruguaya de Pie. El más manido es la de imputarle todos los disturbios acaecidos en Secundaria.

La JUP sería algo así como aparcera de la feroz policía en la provocación de conflictos, contra inocentes estudiantes de izquierda […]”.

No es de extrañar que, algunas décadas después, este medio oficioso del fascismo reabriera sus puertas en 2019, guiado genealógicamente por la mano de Hugo Manini Ríos, integrante de la JUP y detentor de su jefatura.

Ya en 1970 los jupistas abonaban el reclamo de ‘mano dura’: “[…] Montevideo parece un campo de batalla, con piedras, gases lacrimógenos por todos lados y barricadas que se erigen, se levantan, vuelven a instalarse […] La medida de suspensión (de los cursos) desnuda la imposibilidad del gobierno de restaurar el orden”

Somos los que vamos al Liceo a hacer algo hasta que cumplamos 18 años y podamos trabajar. Somos hijos de familias que no nos usan de instrumentos de sus rencores políticos ni de sus situaciones económicas”. (Revista Cuestión, febrero de 1972).

Desde su surgimiento el accionar de la Juventud Uruguaya de Pie fue incrementándose en respuesta a la lucha social que se desarrollaba y avanzaba.

En agosto de 1970, mientras estudiantes y profesores organizaban contracursos y ‘liceos populares’ contra la intervención del pachecato en la Enseñanza, la JUP proponía la aplicación de una ‘guerra pedagógica’ que centraba la función de los sistemas educativos en formas de socialización promotoras de la despolitización de los jóvenes, ya que estos eran, según su análisis, los principales opositores al gobierno.

Para ello, requirieron de un cuerpo docente dispuesto a ‘colaborar’ (lo que implicó, como contrapartida, decenas de destituciones) y de un sector estudiantil comprometido a garantizar, por cualquier medio, que el año lectivo pudiera desarrollarse con ‘normalidad’.

Al reanudarse los cursos en marzo de 1971, se produjeron serios enfrentamientos entre las dos posturas estudiantiles. Varios centros de estudio de Montevideo y de la zona metropolitana (liceos Nº 18, Nº 9 y Nº 13, el Bauzá, el IAVA y el Liceo de Las Piedras) fueron focos de dichas confrontaciones.

Los choques iban desde golpes de puño, cadenas y cachiporras a armas de fuego. Los jupistas actuaban bajo la protección de la policía (encubierta o uniformada) y sus acciones eran financiadas por el Ministerio del Interior y varias embajadas (EE.UU, Francia, Inglaterra e Israel), tal cual habría de confirmarse, cuarenta años después, a partir de la información obtenida con la apertura de diversos documentos hasta entonces clasificados.

La intervención en la Enseñanza cayó el 12 de junio de 1971 por decisión parlamentaria, debido a la alta impopularidad de la misma. En respuesta, el gobierno de Pacheco Areco designó a Armando Acosta y Lara (expresidente del Consejo Interventor) como  subsecretario del Ministerio del Interior. Diez meses después, el 14 de abril de 1972, habría de ser ajusticiado por el Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros por pertenecer al Escuadrón de la Muerte.

La JUP sostuvo un discurso opositor al levantamiento de la intervención y a la acción de los Consejos Interinos, argumentando que se trataba de una claudicación del Parlamento ante la presión sindical y estudiantil. “Todo el Gobierno ha entregado la Educación Secundaria al control comunista. Todos nos damos cuenta. Es la verdad”, decía Hugo Manini Ríos, habitual vocero de las posturas jupistas.

Y a modo de defensa de sus acciones describía su particular punto de vista acerca de cómo se desarrollaba el conflicto a nivel estudiantil: “La violencia que soportaban los militantes de la JUP era  más moral que física. Como el caso de (Mario) Soca que fue juzgado y desgremializado en la Universidad. Mi hermano Bruno que fue desgremializado en Agronomía y no pudo seguir estudiando Agronomía, infinidad de casos…”


En mayo de 1971, el diario El País informó sobre un ataque con pintura roja arrojada sobre la cabeza de un conocido militante ‘demócrata’: Miguel Sofía.

Fotografiado en el patio del liceo IAVA, resultaba una imagen de corte impresionista, con la pintura roja corriendo por su barba y mejilla.

En realidad, Miguel Sofía ya era conocido en los ambientes de la militancia estudiantil como integrante de la JUP y, desde 1972, señalado por Nelson Bardesio como miembro activo del Escuadrón de la muerte.

El Liceo Bauzá se constituyó en el principal nicho de la derecha en los liceos de la capital. Los enfrentamientos entre facciones opuestas en dicho centro venían de tiempo atrás, pero los incidentes en los meses de abril, mayo y setiembre de 1971 marcaron un mojón en esa confrontación.

El 27 de abril una patota de la JUP asaltó el Bauzá con garrotes y revólveres ‘a la cintura’, en momentos en que se realizaba una asamblea estudiantil que analizaba precisamente las provocaciones de ese grupo contra varios/as jóvenes del liceo.

El ataque dispersó a las/os asambleístas a balazos. No hubo heridos de gravedad de pura casualidad, pero al día siguiente, los jupistas ocuparon el local de estudios mientras madres, padres y alumnos realizaban, en la puerta del mismo, un acto de desagravio por los hechos ocurridos el día anterior. La JUP volvió a disparar contra la gente y la policía intervino para apresar a las/os estudiantes que, al grito de ¡Fascistas… fascistas!, protestaban contra la ocupación.

Los agredidos marcharon hasta el Viaducto del Paso Molino, donde unos individuos volvieron a dispararles desde un auto VW. Más tarde, los tiradores fueron vistos conversando con los ocupantes del Bauzá.

Las víctimas de esos atentados identificaron a trece de sus atacantes, entre los cuales figuraba ‘El manco’ Ulises Fernández, miembro de la Policía y protagonista de graves sucesos que habían acontecido con anterioridad en el liceo Bauzá. 

El Consejo Interventor llegó a ser denunciado como cómplice en ese tipo de incidentes.

La policía y la JUP actuaban en connivencia: la comisaría próxima al liceo funcionaba como base de operaciones del grupo.

Bajo el alón protector del pachecato, al fascismo se le hace el campo orégano […]”. Así analizaban los socialistas la situación.

En su página del Suplemento Verde del periódico La Mañana, la JUP daba su opinión sobre los hechos de abril de 1971 bajo el título “Los hechos del Bauzá. Una juventud sana ante el fanatismo foráneo”.

La violencia en los liceos se agudizó en la previa al golpe de Estado de junio de 1973. El ataque al Liceo Nº 8, aquel 11 de agosto de 1972, terminó con la vida del estudiante Santiago Rodríguez Muela, militante del Partido Comunista Revolucionario (PCR). El grupo de agresores, encabezado por Enrique Mangini y compuesto por unos quince jóvenes ajenos al instituto, entró al recinto liceal disparando contra quienes allí estaban.

Varios de ellos fueron detenidos por la policía y siete terminaron procesados por el delito de “atentado a la propiedad privada”.

Poco tiempo después, el grupo fue beneficiado por una amnistía a presos comunes y la causa por el homicidio fue archivada, hasta su reapertura en 2009.

Sin embargo, al día de hoy, el asesinato de Santiago continúa impune.

El semanario jupista Nuevo Amanecer tituló el episodio con un sarcasmo infame: “Por fin encontraron el muerto”.

Obviamente deslindaba toda participación de la JUP en los sucesos del Liceo Nº 8 y señalaba que “[…] la juventud sana y patriótica, los estudiantes que lo son porque quieren estudiar, los jóvenes que sienten la responsabilidad de su destino y la patria a la que pertenecen dieron un ejemplo de lucha […]”.

En el liceo Bauzá reafirmaron su discurso ante el crimen: “Hemos defendido, preservado […] por estudiantes que se adelantaron al vandalismo de los izquierdistas, evitando que éstos se adueñaran de la casa de estudios.” “No fuimos” (pero) “estamos con ellos”.

Reconocieron también que su agrupación ‘Siempre Bauzá’ recibía apoyo externo de gente armada entre la cual destacaba el grupo que comandaba ‘El Manco Ulises’, un policía que, en algunas de sus acciones era financiado por los ‘yanquis’.

En esos años se registraron unas doscientas ochenta acciones violentas por grupos parapoliciales-paramilitares. De ese total, noventa y cinco operativos se produjeron en 1971, año en que la JUP realizó un acto público en la ciudad de Montevideo (específicamente, el 10 de noviembre en la plaza Viera, situada en la esquina de Av. Rivera y Francisco Muñoz).

Además de la JUP, también actuaron en dicho período otras agrupaciones  como el Movimiento Nueva Generación (MNG) de origen pachequista, la Coalición Renovadora de Estudiantes Independientes (CREI), el Movimiento de Restauración Nacionalista (MRN) presuntamente vinculado a la extrema derecha blanca, el Movimiento Obrero Estudiantil Nacional Socialista del Uruguay (MOENSU), el Comando Oriental Anticomunista (COAC) que perpetró ataques contra sindicalistas de la salud en 1969 y el grupo ultracatólico Tradición, Familia y Propiedad (TFP).

Para la realización de acciones puntuales también contaban con la participación de agrupaciones estudiantiles como ‘Siempre Bauzá’ y otras ‘bandas’ eventuales.

Los documentos de la embajada estadounidense en Montevideo presentados al Departamento de Estado y las declaraciones realizadas por el agente policial Nelson Bardesio a los tupamaros que lo secuestraron con el fin de investigar las acciones de los grupos parapoliciales, mencionan a Miguel Sofía y a Ángel Pedro Crosas como miembros activos de los Escuadrones de la Muerte y también como integrantes de la Juventud Uruguaya de Pie.

Hugo Manini declaró que “con esos grupúsculos nunca quisimos saber nada”.

Según Manini, las relaciones entre la JUP y el movimiento juvenil pachequista Nueva Generación (MNG) terminaron en una ruptura radical. Así se refería al episodio: “Nosotros no tuvimos grandes problemas con el MNG […] hasta que un día quisieron copar la sede nuestra...”, refiriéndose al episodio ocurrido el 31 de enero de 1972 cuando un grupo de hombres armados ingresó al local de la JUP en la Av. 18 de Julio. (Revista Cuestión, febrero de 1972)

La prensa habló de un incidente con heridos de bala; algunos medios de izquierda titularon el hecho como “Escándalo en la JUP: batalla campal con varios heridos”.

Se había producido una disputa entre grupos rivales por la supremacía interna. “Manini, armado con metralleta, acusó de traición a otros dirigentes en plena reunión del Consejo Federal”. (Revista Cuestión, febrero de 1972).

Manini había llegado con cuatro guardaespaldas armados con metralletas, gritando de forma histérica ¡La JUP es mía!

El resultado habría sido que Gabriel Melogno se retirara herido y que Ricardo Trindade fuera detenido y luego procesado por lesiones graves.

Pocos meses después, el sábado 22 y el domingo 23 de abril de 1972,  el Consejo Federal de la JUP se reunió en la ciudad de San Carlos, desalojando del lugar a la señora Orgaz y otras personas, conocidos miembros del MNG y del MPA.

La JUP también contó con una audición radial gracias a la intervención de Juan José Gari y Olga Clerici de Nardone, quienes le cedieron a dicho grupo un espacio en Radio Rural.

Ya en octubre de 1970, esta organización ocupaba un lugar protagónico en el interior del país y Maldonado fue uno de sus centros de operación.

Lograron crear agrupaciones liceales que se autoproclamaban ‘demócratas’ y actuaban contra los gremios estudiantiles con el apoyo de docentes y padres también autodefinidos como ‘demócratas’.

En esos meses Jorge Batlle reclamó a la embajada de EE.UU. que “era necesario crear… sin tantos miramientos, un grupo secreto que solucionara el problema de la guerrilla… fuera de las autoridades legítimamente constituidas”. (Revista Cuestión, febrero de 1972).

El vínculo histórico entre el aparato represivo del Estado, la JUP, los grupos ‘demócratas’, las fracciones partidarias, los grupos de choque y los Escuadrones de la muerte, es negado aún hoy, aunque la evidencia es tanta que ya conforma una enorme montaña.

Su apoyo al golpe cívico-militar, la reivindicación de las Fuerzas Armadas, el autoritarismo y el catolicismo conservador, continúan siendo proclamados en la actualidad.

El 4 de setiembre de 2001, Daniel García Pintos reivindicó a la JUP desde su Facebook, lo cual generó que la DNII realizara un informe muy poco formal de siete páginas. (Obviamente este organismo de Inteligencia no intervino en ninguna de las acciones de estos reaccionarios).

Desde las embajadas de Francia y EE.UU. se han desclasificado filmaciones y fotos que dan testimonio de los vínculos ‘íntimos’ entre la JUP y los promotores del terrorismo de Estado.

Sin embargo todas las responsabilidades de la violencia derechista no estatal del período 1968-1973 han quedado en la penumbra.

Esta historia está aquí, forma parte de nuestro presente y se visibiliza en las actuales relaciones entre la derecha social, Cabildo Abierto, el Centro Militar, el Círculo Militar y el reciente resurgir de la JUP, así como en los vínculos con los estados terroristas y sus multinacionales que saquean nuestras tierras.

No hay olvido, no hay perdón, no hay reconciliación con las/os poderosos de todos los tiempos, que ayer y hoy sostienen la desigualdad, la injusticia y la omertá para proteger sus privilegios y riquezas.

Ellas y ellos, los impunes de siempre, continúan recurriendo al aparato represivo del Estado y a sus leyes, amparándose en la tolerancia, la indiferencia, el miedo y el silencio.


Por todas nuestras compañeras y compañeros torturados y asesinados.

 Por todas nuestras compas desaparecidas/os.

 

Por la disolución de todos los aparatos represivos, civiles, policiales y militares.

Por las libertades nos autoconvocamos a reforzar las peleas.

 

Ni la JUP, ni el Partido Militar, ni las FF.AA. nos callarán.

¡¡No pasarán!!


 

Referencias bibliográficas:

Aldrighi, Clara (2007). El caso Mitrione Montevideo. Ediciones Trilce.

Bucheli, Gabriel (2019). O se está con la patria o se está contra ella Montevideo. Ed. Fin de Siglo.

Rico, Álvaro (2008). Investigación histórica sobre la dictadura y el terrorismo de Estado en el Uruguay (1973-1985) Tomo I. Montevideo. Udelar.

26M Revista Cuestión (febr. 1972).  Informe sobre la JUP y su interna Montevideo.